huevos duros, crónica de una separación.

En un jarro de losa, blanco de borde azul y aplique floral en tonos de verde y rojo, dos huevos duros hierven hace un rato, se chocan, se tocan, rebotan sobre si mismos, se alivianan en el repique y vuelven a caer al fondo, golpean la cáscara sobre la base metálica, el ambiente acuoso, cálido.

El agua está cada vez mas caliente, todo se mueve a gran velocidad en el diminuto tarrito que yo observo desde arriba.


Hasta que un huevo, uno de los dos, se raja, se rompe, entra líquido en su interior, el agua sube espumante hacia arriba y chorrea sobre la hornalla, todo rebalsa, blanco, hacia fuera.

El agua sigue ahí, los huevos también pero ya todo esta invadido por el interior de ese huevo que flota cocinado en la superficie.

Los miro.
Pienso que quizás, eso sea lo mejor que les pudo haber pasado.
Quizás lo intentaron, pero no pudieron hacerlo mejor.

No me animo a sacarlos de ahí, apagar el fuego, tirar el agua sucia, y dejarlos debajo del chorro helado para que se enfríen.
No se que hacer.

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